Extraña luz que me abre el camino:
déjame pasar, déjame verte y
acompañarte
por tu corta senda; déjame.
Permíteme huir, refugiarme en lo
anodino,
en tu abrigo.
Curioso rayo de impaciencia, misterioso
eres.
¿A dónde me llevas?
Triste chispa, triste final.
Caminas como si algo temieses.
¿Qué es?
Aquí dentro está mi alma.
Te busco. Sé que, luz del cielo, estás
ahí.
Te encuentro caída en lo oscuro, en
calma,
y ahora, mi amada luz fría, responde:
¿triste final para otro, o acaso
triste final para mí?
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